Este verano he tenido la oportunidad de vivir una experiencia de cooperación en Kinshasa, capital de la República Democrática del Congo, colaborando en un proyecto solidario para dar cobertura a la escolarización y mejora de la sanidad de niños que viven sometidos a importantes niveles de pobreza.
En esta ciudad viven unos 19 millones de personas, de las cuales el 63% viven en riesgo de extrema pobreza. Tras una etapa de guerras y conflictos, parece que Congo lucha por salir de su lamentable situación. Son muchas las personas que diariamente llegan a la capital con la intención de hacerse un hueco y mejorar sus condiciones de vida. El bajo nivel adquisitivo de la mayor parte de la población complica mucho el acceso a una vivienda digna, a escolarizar a los niños o a poder recibir atención sanitaria.
Más de la mitad de la población tiene menos de 16 años: se estima que hay entre 60.000 y 70.000 niños y niñas sin hogar en Kinshasa. Los orfanatos promovidos por entidades religiosas o civiles son muy numerosos.
Los gritos, los atascos, el polvo, el olor a plástico quemado, una especie de calima permanente y sobre todo el pitido de las bocinas de los vehículos son las señas de identidad de esta ciudad convertida en un mercado inmenso de pequeños puestos. Los niños, desde que tienen capacidad de caminar, trabajan vendiendo bolsas de plátano frito, cargadores del móvil, botellas de refresco y todo lo que esté a su alcance a las orillas de la carretera, colándose entre los coches que circulan en medio de un tráfico caótico donde ponen en juego sus vidas.
HOSPITAL DE MONKOLE: MÁS DE 100 CAMAS Y ESCUELA DE ENFERMERÍA
El hospital Monkole nació hace 30 años como un dispensario y ha ido creciendo hasta convertirse en un hospital de más de 100 camas y contar con varios dispensarios repartidos por la ciudad. Así mismo, Monkole ha promovido una prestigiosa Escuela de Enfermería, donde el número de estudiantes va en aumento.
En Monkole se atiende a todos los pacientes que acuden al centro, aunque el 48% de ellos carece de recursos para costear los gastos de hospitalización.
Para ser viable, Monkole es apoyado por la asociación SECFOR que se encarga de buscar ayudas privadas y públicas por todo el mundo. El Gobierno de Navarra, entre otras entidades, ha colaborado de modo importante en cubrir el déficit que genera en el hospital la atención a personas sin recursos.
Yo he ido para colaborar con la Fundación Amigos de Monkole, que es una fundación con sede en España que realiza campañas en todo el estado para lograr financiar diversos proyectos en Kinshasa que han surgido en el entorno de Monkole: escolarización de niños huérfanos, programas de prevención de cáncer de útero, llevar formadores para mejorar la competencia de los profesionales, etc.
Desde mi colaboración con la Fundación he podido conocer esta realidad a la que se enfrentan diariamente los congoleños. Esta organización trata de mejorar el acceso a la educación y a una sanidad de calidad a todas las personas, especialmente las mujeres y los niños en situación de exclusión social. Durante el mes de agosto, he disfrutado compartiendo experiencias con 16 voluntarios entre los que estábamos personal sanitario, educadores, profesores, comunicadores y asesores profesionales.
LA ENFERMERÍA TIENE UNA LABOR IMPRESCINDIBLE
La labor de enfermería en este país es imprescindible para poder dar educación sanitaria, así como para asistir a la población, sobre todo a mujeres embarazadas y niños. Especialmente importante es la actividad de prevención y promoción de la salud en ámbitos rurales donde el acceso a los centros de salud y hospitales es verdaderamente complicado.
Nos han explicado cómo desde Monkole se imparte formación de enfermería en muchos centros sanitarios repartidos por todo el país en una apuesta importante por aportar un poco de ayuda para mejorar la situación del país.
La experiencia ha sido muy gratificante y enriquecedora. Colaborar con compañeras de vocación en ámbitos tan distintos al que estamos habituados, nos permite conocer otra manera de vivir la enfermería donde, con muy escasos recursos, se puede hacer mucho para ayudar a mejorar la salud de las personas.
También, durante los fines de semana hemos visitado poblados, orfanatos, escuelas a las que hemos podido llevar nuestra experiencia y, sobre todo, nuestro cariño a muchas familias y niños. Nosotros les hemos dado cariño y ellos han llenado nuestros corazones.
Queremos provocar un desarrollo perdurable en los cuidados sanitarios en África y que desde el ejemplo del Centro Hospitalario Monkole cunda un cambio radical en la forma de enfocar los problemas sanitarios en África, empezando por impulsar desde los países del primer mundo una ayuda sólida y cohesionada, que repercuta en la formación y en el impulso de leyes y estructuras sociales que hagan accesible la salud a todos los colectivos, en especial a los más vulnerables, con el mantenimiento de sus valores, identidad y cultura propias, de las cuales tenemos mucho que aprender.
Amaia Melero Lacasia
Enfermera
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